Aplica, impacta y funciona en
relaciones de todo nivel. En las de pareja, en las laborales, en las
amistosas, en las familiares… ¡en todas! Las mamás lo ejercen en los
hijos y viceversa, las novias lo consideran una herramienta utilísima
para tener controlados a los novios, entre esposos siempre está
presente, los amigos suelen echar mano de él para manipular y en los
entornos profesionales también es parte de las sinergias entre jefes,
subordinados y colaboradores.
Me refiero al chantaje emocional, ese
sucio mantel del que todos nos hemos asido cuando menos en una ocasión y
utilizado como eficaz recurso para obtener lo que queremos de los demás
y sin importarnos que en ese proceso nuestra imagen quede
irremediablemente deteriorada frente a los ojos de quienes victimizamos.
¿Cómo reaccionar ante frases como:
“Dejé mi carrera como modelo y mis estudios para casarme contigo”,
“trabajo de sol a sol, de lunes a sábado, y no eres capaz de mostrar
disposición en las noches para que tengamos un buen rato de sexo”, “si
no lo haces, es porque ya no me quieres”; “sí, mi amor, si a ti te
gusta está bien, te lo compro, no importa que esté muy caro”?
Sinceramente no es fácil afrontar este tipo de dardos emocionales que
van directo al centro de nuestro corazón y son lanzados por personas que
nos conocen a la perfección, saben de nuestros sentimientos y tienen
identificadas nuestras debilidades. O sea, nos tienen bien tomada la
medida…
Pero hay que tener mucho cuidado con
ellas, porque las chantajistas o manipuladoras vienen en distintas
presentaciones; no todos poseen los mismos rasgos o despliegan el mismo
estilo. Muchos son pasivos, otros son agresivos, varios son directos y
también los hay sutiles; pero su objetivo principal siempre es el mismo:
echan mano de los sentimientos y las emociones como método para obtener
lo que pretenden, sirviéndose de “técnicas” como amenazar con complicar
la convivencia o darle punto final a la relación, si no nos sometemos a
sus deseos. Incluso su grado de manipulación llega a niveles
superlativos amagando que si los abandonan, se deprimirán eternamente o
se harán daño pudiendo llegar hasta el suicidio. Son tan egoístas que lo
único que les importa es su bienestar y sus sentimientos, por lo que en
ellas el concepto de “buena relación” se resume en que en todo momento y
bajo cualquier circunstancia ellos tienen que sentirse a gusto sin
importar lo que diga, piense, haga o sienta su pareja.
La psicoanalista norteamericana Susan
Forward en su libro Chantaje emocional va más allá de lo superficial
con respecto a estos individuos y muy inteligentemente desmenuza los
distintos perfiles de las chantajistas y/o las manipuladoras: El
castigador: es el que dice exactamente lo que quiere y las consecuencias
a las que tendremos que atenernos, si no cedemos a sus deseos. El
autocastigador: es el que se dañará a sí mismo, si no se hace lo que él
quiere, pero, ¡claro está! antes avisa. La víctima: es el que “obliga”
al otro a adivinar sus deseos para dejar en claro que es nuestra
responsabilidad el asegurar que los consiga.
El provocador: es el que hace promesas maravillosas para que siempre se haga su voluntad.
El provocador: es el que hace promesas maravillosas para que siempre se haga su voluntad.
El tema es más complejo de lo que
podemos abordar en este espacio. Sin embargo, siempre es trascendental
que tomen en cuenta estas dos recomendaciones finales: la primera, como
en el tango, para el chantaje siempre se necesitan dos; y, la segunda,
sin nuestro consentimiento las chantajistas se vuelven totalmente
impotentes.
Articulo tomado del Periódico Publimetro Edicion del DF
Autor: Yazmín Alessandrini